domingo, 2 de diciembre de 2012

Condenados al SIDA

Afectados de SIDA de la provicia de Hunan se manifiestan en Pekín
Emitido el día 1-12-2012
en Telediario 2 de TVE 
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Debían ser unas cincuenta personas frente al ministerio chino de asuntos sociales en Pekín. Venían de la provincia de Hunan y aguardaban en la puerta del edificio, al sol de una mañana muy fría. Desde el interior del coche hicimos unas tomas por si la policía nos impedía grabar una vez fuera. Es cosa habitual en China; los periodistas nunca son bienvenidos a las manifestaciones. En cuanto los congregados nos tuvieron a la vista, nos hicieron señas para que nos aproximásemos. Tenían ganas de hablar; cargan con historias desesperadas. Estigmatizados por las marcas de su enfermedad, una mezcla de desánimo y tristeza desoladora ensombrece sus rostros rurales. En sus manos, notificaciones con sellos oficiales y registros de sus demandas. En sus ojos, la tristeza de aquellos que saben que nunca volverán a una vida digna, y que se conforman sólo con huir de la muerte. Son enfermos de SIDA procedentes de Hunan afectados por las contaminaciones masivas de virus VIH que se produjeron en la década de los 90 a consecuencia de la venta ilegal de sangre.
 

Los manifestantes forman un corro y empezamos a entrevistar sin más prolegómenos. Apenas habían balbuceado unas palabras cuando un brazo firme me retira la cámara y dos hombres me fuerzan a salir del grupo a empujones. Entre varios policías vestidos de paisano me apartan y nos obligan a cruzar la calle a mí y a mis compañeros, la corresponsal Almudena Ariza y Chu, nuestra asistente china. En ese momento, los manifestantes reaccionan al unísono y se nos unen. Algunos increpan a los policías. Al otro lado de la calzada, tras un momento de tensión, los agentes se alejan a cierta distancia y conseguimos continuar grabando. Nos sorprende esta reacción puesto que lo habitual es que de modo tajante y brusco aparten la cámara y reclamen el carnet de prensa oficial para tomar nota de nuestras identidades y medios de comunicación. Mientras tenemos la oportunidad, filmamos todo el material posible. Se suceden los testimonios a cámara. Es gente que no espera vivir mejor, sino morir en paz, ajustando cuentas con un gobierno que les da la espalda.

En junio de 1985 se registra el primer caso de muerte por SIDA en China, un ciudadano argentino según informa The New York Times. Ese mismo año, el gobierno chino decide cerrar sus fronteras a las importaciones de sangre y hemoderivados para evitar la propagación de la enfermedad en el país. La escasez de estos productos a consecuencia de la restricción impuesta originó una fuerte demanda cuya respuesta fue la proliferación de centros de extracción en los que se ofrecía dinero a cambio de sangre. La mayoría de estos centros se localizaron en empobrecidas zonas rurales cuyos habitantes vieron en la oferta la oportunidad de reparar en alguna medida sus maltrechas economías. 


Entre 1995 y 1997, en la provincia de Hunan llegó a haber más de 200 puntos de extracción de plasma en los que muchos lugareños pasaban semanas enteras para someterse a repetidas extracciones. La sangre procedente de los individuos del mismo grupo se mezclaba sin ningún tipo de análisis previo para detectar infecciones. Luego se separaba el plasma sanguíneo y el residuo, formado por restos de diferentes procedencias, volvía a reinyectarse en los donantes con el fin de combatir la anemia producida por las repetidas extracciones. Además, en lugar de emplear material desechable, las agujas se reutilizaban sin la debida asepsia. Estas prácticas provocaron la puesta en circulación para uso clínico de sangre y hemoderivados infectados y una contaminación masiva cuyo alcance es aún difícil de estimar. Los damnificados se hallaron desprotegidos y relegados al ostracismo que en China cae sobre aquellos que critican al sistema, y sus vidas se convirtieron en una lucha para reclamar justicia.
 

Apuramos el tiempo. Tomamos algunas fotos para colgarlas en twitter, y nos despedimos. Tras alejarnos unos metros, vuelven los policías y uno de ellos graba en vídeo la identificación de prensa de nuestra traductora. No pasa de ahí la cosa. Buscamos la explicación a tanta suavidad en el trato, y atribuimos la delicadeza a los recientes cambios de la cúpula política y al supuesto nuevo espíritu que parece presidir el carácter de los nuevos gobernantes. Sin embargo, hay quienes opinan que el motivo es más obsceno. La policía no interviene con mucha determinación en las manifestaciones de enfermos de SIDA porque tienen miedo al contacto físico con estas personas. La comitiva de infectados por VIH es un ejército extraño, un espejismo de leprosería que en las calles de Pekín combina mal con el bramido de los Porsches y Ferraris tan asiduos de su asfalto.

Desde que en 1990 se creara el NAC (National AIDS Comittee), el gobierno chino no ha dejado de poner en práctica planes para la prevención y lucha contra la enfermedad. En 1998 empieza a funcionar el NCAIDS (National Center foro AIDS/STD Control and Prevention) y actualmente la voluntad de atajar la fuerte estigmatización que los portadores de VIH soportan en China se refleja en las apariciones de sus líderes en actos públicos compartidos con afectados por la enfermedad. Sin embargo, los cauces administrativos y legales necesarios que ayuden a reparar las situaciones como las descritas arriba aún topan con la lentitud de la maquinaria gubernamental y el handicap que supone la autonomía de los gobiernos locales para decidir sobre lo que ocurre en sus jurisdicciones. Esto deja muchas decisiones importantes al albur de los intereses propios de estos gobiernos más que en un contexto de legalidad común.

Anualmente se producen en China más de 90.000 manifestaciones. La estadística elimina los rostros y deja sobre el papel una definición y un número. Los manifestantes que aparecen en nuestro vídeo en breve serán también caras anónimas diluidas en la inmensidad del archivo de TVE. El tiempo no perdona y la actualidad de cualquier información queda obsoleta bajo el empuje de titulares nuevos. Sin embargo, las impresiones individuales de las personas que allí estuvimos, cara a cara, permanecen. Y llega la disyuntiva. Qué hacer. La opción más frecuente es decidir que el recorrido no va más allá de nuestro trabajo bien hecho. Pero ese pasar página inevitable deja un rastro, una ínfima cicatriz imperceptible. El lamento de una boca enmarcada en huesos bajo una piel vacía no deja indiferente. Es una decisión personal elegir en qué casos involucrarse de los cientos que pasan por la lente de la cámara. O no elegir ninguno y concentrarse en hacer bien el trabajo para contar lo que ocurre. Difícil elección.


Fuentes: (Elaboración propia, Agencia Xinhua, Organización HEART, Fundación AVERT, organización UNAIDS)

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